viernes, 21 de febrero de 2014

FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO, MARY W. SHELLEY

Juventud más feliz que la mía no puede haber existido. Mis padres eran indulgentes y mis compañeros amables. Para nosotros los estudios nunca fueron una imposición; siempre teníamos una meta a la vista que nos espoleaba a proseguirlos. Ésta era el método, y no la emulación, que nos inducía a aplicarnos. Con el fin de que sus compañeras no la dejaran atrás, a Elizabeth no se la orientaba hacia el dibujo. Sin embargo, se dedicaba a él motivada por el deseo de agradar a su tía, representando alguna escena favorita dibujada por ella misma. Aprendimos inglés y latín para poder leer lo que en esas lenguas se había escrito. Tan lejos estaba el estudio de resultarnos odioso a consecuencia de los castigos, que disfrutábamos con él, y nuestros entretenimiento constituían lo que para otros niños hubieran sido pesadas tareas. Quizá no leímos tantos libros ni aprendimos lenguas tan rápidamente como aquellos a quienes se les educa conforme a los métodos habituales, pero lo que aprendimos se nos fijó en la memoria con mayor profundidad.

Frankenstein o El moderno Prometeo, Cátedra Letras Universles, pág 147

viernes, 7 de febrero de 2014

TÉCNICAS DE ILUMINACIÓN, ELOY TIZÓN.

Klenz. Profesor Klenz. Así era como se llamaba aquel sabio. Vestía chaquetas entalladas con los hombros muy picudos, prominentes, cuyas lomas le daban un aspecto de montaña rusa. Klenz tenía una cama plegable en su despacho en la que a veces dormía, por las mañanas entraba bostezando en el aula sonámbulo y despeinado, cara de ido, toda la ropa arrugada, con un termo de café en la cartera, y en seguida se ponía a explicar geometría descriptiva, a repartir fotocopias entre los alumnos y a mover con lentitud sus pinzas de molusco.
Técnicas de iluminación, Páginas de Espuma, pág 148