Ochenta y tres. Empieza otro año y llegan nuevas promociones de
alumnos. Cada cuatrimestre los estudiantes me parecen más jóvenes, más niños.
Es porque en mi memoria los alumnos de antes han seguido creciendo o
envejeciendo, aunque nunca los haya vuelto a ver.
En mi memoria crecen y envejecen muchachos y muchachas que murieron
poco después de aprobar el examen final, hace cinco o diez años.
Mi memoria de mí continúa intacta. Me imagino como el día en que
comencé en la cátedra, hace ya doce años.
Tenía veintisiete
Cuentos completos, Fogwill, Alfaguara, pág 121