Cultura era, por su parte, cuanto
en mi alma habían metido mis primeros maestros, las ocasionales lecciones de mi
padre, mis incipientes lecturas infantiles; pero sólo con los decisivos
descubrimientos que iba a ofrecerme el Instituto soriano- la “clase”
monográfica y regular, el libro de texto temáticamente diferenciado, la
conciencia de una situación de la inteligencia a un tiempo caminante y ascendente;
la escuela, la segunda enseñanza y al fondo, como término supremo, la
Universidad-, sólo así me llegó en vivo la experiencia de haber penetrado
realmente en el inagotable mundo de aquella. Cuando es lúcidamente poseída,
había de enseñármelo mucho después Ortega, la cultura brinda al hombre
claridad, ordenación, precisión y seguridad vital, una seguridad que por
paradójica y esencial exigencia lleva en su seno el problematismo de la
tendencia hacia un nivel superior
Descargo de conciencia (1930-1960), Barral, pág 19