viernes, 31 de marzo de 2017

VIAJE CON CLARA POR ALEMANIA, FERNANDO ARAMBURU

Me preguntó con la cara radiante de satisfacción si me hacía una idea de lo que significaba para ella estar libre de corregir cuadernos y exámenes; libre de preparar clases hasta las doce o la una de la noche para alumnos desganados; libre de aguantar la incompetencia del director, las malas pulgas del bedel, las intrigas de algunos compañeros; libre de reuniones tediosas y, por supuesto, inútiles, fuera de las horas lectivas; libre de encuentros con los padres de los alumnos, convencidos de que la solución a todos los problemas de la humanidad pasa por acortarles las vacaciones a los profesores; libre de llamadas telefónicas a horas intempestivas o durante los fines de semana, para contestar a preguntas del tipo: “¿Le importaría que mi hija no aprenda de memoria para el lunes el poema de Schiller o que aprenda sólo la primera estrofa? Es que, sabe usted, la psicóloga que la atiende opina que, por la pubertad y esas cosas, el exceso de deberes está influyendo negativamente en su desarrollo”; libre de excursiones en las que los alumnos empiezan a emborracharse antes de subir al autobús que ha de llevarlos a su destino, mientras esperan a los dos o tres o cuatro o cinco que acuden con retraso a la cita; libre de que suene un teléfono móvil y luego otro en el transcurso de la clase; libre de las provocaciones de Christian, de las payasadas continuas de Jens, de las miradas hostiles de Lukas, buenos chicos en el fondo, pero que perdieron la orientación en la vida a raíz del divorcio de sus padres; libre, en fin, de los desplantes de Johanna, a la que, como es hija de la subdirectora, no se le puede regañar sino con tanto tacto y diplomacia que no parece sino que está recibiendo elogios por su mal comportamiento.


Viaje con Clara por Alemania, Maxi Tusquets, pág 14

viernes, 17 de marzo de 2017

AURORA EGIDO EN CONVERSACIÓN CON FERNANDO ARAMBURU

Decía el economista Fabián Estapé que lo importante en esta vida era una buena madre (dejémoslo en buenos padres) y un buen bachillerato. Lo que viene después suele ser añadidura.


Aurora Egido en El Cultural del 3 de marzo de 2017

viernes, 3 de marzo de 2017

SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR, MIGUEL DE UNAMUNO

Entonces fue cuando mi hermano Lázaro, que estaba en América, de donde nos mandaba regularmente dinero, con que vivíamos con decorosa holgura, hizo que mi madre me mandase al colegio de religiosas, a que se completara, fuera de la aldea, mi educación, y esto aunque a él, a Lázaro, no le hiciesen mucha gracia las monjas. ‘Pero como ahí- nos escribía- no hay hasta ahora, que yo sepa, colegios laicos y progresivos, y menos para señoritas, hay que atenerse a lo que haya. Lo importante es que Angelita se pula y que no siga entre esas zafias aldeanas’. Y entré en el colegio pensando en principio en hacerme maestra; pero luego se me atragantó la pedagogía


San Manuel Bueno, mártir, Cátedra, pág 97