Ofreció
a estudiantes y profesora una breve sonrisa tranquilizadora y
estimulante, y se instaló en una de las cuatro sillas ya colocadas
en un lateral de la sala. Mary Taylor y la señora Beale se sentaron
a ambos lados de ella, tan silenciosa y discretamente como les fue
posible, dada la determinación del doctor Courtney-Briggs de ser
puntillosamente galante y acercar las sillas a las damas. No
obstante, la llegada del grupo, por mucho tacto que pusieran,
desconcertó a la profesora. Una inspección no era ni mucho menos el
ambiente normal de las clases, pero siempre resultaba interesante
apreciar cuánto tiempo tardaba la profesora en restablecer la
comunicación con el alumnado. Una profesora de primera, como sabía
la señorita Beale por propia experiencia, era capaz de retener el
interés de la clase incluso en medio de un intenso bombardeo y, por
supuesto, también
en presencia de la inspección
Mortaja
para un ruiseñor,
Plaza&Janes, pág 26