Los niños íbamos a clase con una mochila tornister. Tenía atada una cuerda con un trapo y una esponja. Dentro de la mochila llevábamos una pizarra. Si había deberes, los hacías en casa en la pizarra y al día siguiente la llevabas al colegio. Y cuando la profesora veía que los habías hecho, entonces mojabas la esponja y limpiabas la pizarra con ella. Luego con el trapo la secabas. Tenías que tener cuidado de que no se te borraran los deberes por el camino. Por eso la esponja y el trapo colgaban por fuera. Los niños jugaban mucho a tirarte del trapo, de la cuerda, mojarte la cabeza con la esponja.
Mi padre alemán, Libros del Asteroide, pág 134