Las instalaciones del instituto
eran tan precarias que los dos últimos cursos convivíamos en la misma aula, lo
que obligaba a lecciones en turnos, de muy difícil disciplina para los no
afectados…Era todo polvoriento y decrépito, y parecía que el aparato docente
estuviese allí de paso, acampado de cualquier manera, pero la verdad es que el
centro funcionaba bien, con bastante orden y que en el claustro había tres o
cuatro profesores notables, seguramente de los mejores que yo había conocido
Años de penitencia, Alianza Tres, pág 170
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