—No
quiero ser profesor —respondió papá serenamente, lo que
significaba que otra vez estaba furioso—. No quiero ser entrenador.
No quiero que mis hijos vayan a un instituto tan malo. Éste es un
pueblo de paletos, con una escuela que se tambalea y está llena de
chicos ricos con problemas; sus padres los envían aquí en un
esfuerzo desesperado por frenar su ya considerable sofisticación...,
sofisticación delirante
por parte de los hijos, patanería delirante por parte de la escuela
y del pueblo. Lo peor de ambos mundos.
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