Para mí, Stu era una de esas personas que conoces en clase pero en las que no piensas nunca. No había existido, hasta entonces, en ninguna realidad fuera de las clases que tuvimos que padecer juntos: sentados en el borde de una piscina brillante de cloro, haciendo el diagrama de una frase en la pizarra, golpeando las bandejas contra las mesas del comedor el día en que todo el instituto protestó contra los ejercicios de defensa civil.
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