viernes, 26 de diciembre de 2014

PODERES TERRENALES, ANTHONY BURGESS

Los gemelos irían a un colegio muy selecto de Park Avenue, fundado por un teórico de la pedagogía que había escrito un libro titulado Thou Eye Among the Blind. Aceptaba la doctrina del Menón de Platón. Los gemelos no aprenderían mucho


Poderes terrenales, Libro  amigo Narrativa, pág  552

viernes, 12 de diciembre de 2014

EL HORIZONTE, PATRICK MODIANO

El chico leía un libro de texto de matemáticas. A Bosmans lo sorprendió ver que tomaba notas en los márgenes. La niña estaba ensimismada en un libro de tapas amarillas de la colección “Classiques” de Garnier: los ‘Pensamientos’ de Pascal. Bosmans les preguntó qué edad tenían. Once y doce años. Les dio la enhorabuena por ser tan serios y tan precoces. Pero parecían insensibles a esos elogios, como si aquello cayera por su propio peso. El niño se encogió de hombros mientras volvía a abstraerse en el libro de texto y la niña le lanzó una sonrisa tímida a Bosman



El horizonte, Anagrama, pág 61

viernes, 28 de noviembre de 2014

SLAVOJ ZIZEC HABLA SOBRE LA REFORMA DE BOLONIA

Lo simplifico un poco, pero la idea principal es la de transformar la educación superior para resolver problemas reales, lo que significa convertir a los intelectuales en expertos. ¿Pero qué es un experto? Es alguien que resuelve un problema definido por otro. Digamos que soy un político y hay manifestaciones, suicidios, crímenes… y me dirijo a los expertos y les pregunto cómo controlo las manifestaciones…Pero no es el trabajo de un verdadero intelectual. Un verdadero intelectual hace algo mucho más radical: cuestiona la forma de ver los problemas


ABC Cultural, nº 1161, pág 16  

viernes, 14 de noviembre de 2014

COETZEE ESCRIBE SOBRE BECKETT

Lo que más desanimaba a Beckett de la profesión era la docencia. Un día tras otro, este joven tímido y taciturno tenía que enfrentarse en el aula a los hijos e hijas de la clase media protestante irlandesa y convencerles de que Ronsard y Stendhal merecían que les prestasen su atención”. Decía lo que tenía que decir y luego salía del aula…Creo que se consideraba a sí mismo un mal profesor, y eso es una lástima, porque era tan bueno…Desgraciadamente, muchos de sus alumnos estaban de acuerdo con él. “La idea de volver a dar clase me paraliza”, escribía Beckett a McGGreeny desde el Trinity en 1931 al acercarse un nuevo curso.



viernes, 31 de octubre de 2014

UNA TEMPORADA PARA SILBAR, IVAN DOIG (II)

Morrie se enderezó con calma. Todos sabíamos que pegarle a un maestro era una ofensa capital, pero que el maestro devolviera el golpe era otra historia. Eddie había puesto los ojos en blanco y seguí agitando la mano maltrecha, a la espera de su destino. Una mancha roja del tamaño de sus nudillos había aparecido al final de la frente de Morrie. Tenía torcido el cuello de la camisa y la corbata desmadejada sobre el pecho. Durante varios segundos, toda la escuela contempló vacilante la escena: el hombre adulto, compacto, y el enorme adolescente, el uno frente al otro. Luego, Morrie se acomodó el cuello y la corbata y dijo casi con total normalidad:

-          Hablaré contigo al final del día, Eddie. Los demás, volved a vuestros sitios y sacad el libro de geografía.



Una temporada para silbar, Libros del Asteroide, pág 151

viernes, 17 de octubre de 2014

SOBRE LA BELLEZA, ZADIE SMITH (I)

 -          ¿Alguna pregunta?- preguntó Howard.
La respuesta nunca variaba. Silencio. Pero era una especie interesante de silencio, privativo de las clases de Humanidades de las universidades selectas. No había silencio porque nadie tuviera nada que decir sino por todo lo contrario. Lo notabas, Howard lo notaba, en el aula bullían millones de cosas que decir, algunas con tanta fuerza que parecían brotar de los estudiantes telepáticamente y rebotar en los muebles. Los chicos miraban con ansia la mesa o la ventana o a Howard; los más apocados fingían tomar apuntes. Pero ninguno hablaría. Tenían miedo de sus compañeros, y más aún del propio Howard. En sus primeros tiempos de profesor, él intentaba, estúpidamente, animarlos a vencer este temor; ahora lo entusiasmaba. El temor era respeto; el respeto, temor. Si no tienes temor no tienes nada.
-          ¿Nada que decir? ¿Tan exhaustivo he sido? ¿Ni una sola pregunta?
Un acento inglés cuidadosamente preservado incrementaba el factor miedo. Howard dejó que el silencio se prolongara. Se volvió hacia la pizarra y, lentamente, desprendió la fotocopia, dejando que las mudas preguntas le acribillaran la espalda.




Sobre la belleza, Narrativa Salamandra, pág 175 

viernes, 3 de octubre de 2014

DESPEÑAPERROS, JOSÉ MARÍA VAZ DE SOTO (I)

Incluso el que la esposa trabajara fuera de casa, en vez de limitarse a las tareas del hogar, suponía para ellos más una necesidad provisional que el resultado de una convicción o la insoslayable consecuencia de un principio igualitario, como lo prueba el hecho de que, a los pocos meses de haber obtenido Javier su cátedra en el instituto de Vitoria, Blanca no dudara en pedir la excedencia y no voliviera a incorporarse a la enseñanza hasta ocho o diez años más tarde, cuando –ya en Sevilla- nacieron sus dos hijos y el sueldo de catedrático (que no había ido aumentando, a lo largo de los años setenta, al ritmo del coste de vida, en tanto que el de los maestros se había adelantado tal vez a ese ritmo) empezó a resultarles insuficiente.


Despeñaperros, Colección Austral, pág 197

viernes, 19 de septiembre de 2014

CONFESIONES DE UN BURGUÉS, SÁNDOR MÁRAI (II)

Era un profesor algo especial, pues no se interesaba mucho por el grado de aplicación de sus discípulos, odiaba a los empollones y en los exámenes prefería aprobar a un estudiante inteligente, aunque no supiera responder a sus preguntas, que a uno que se supiera todo de memoria pero en el fondo no entendiera nada… Se sentaba en su cátedra, enorme y corpulento se recostaba sobre si escritorio inclinándose hacia un lado, cómodo e imperturbable, e interrogaba a veces durante horas enteras al jurista en ciernes que se examinaba- entre apuros y sudores-, para sentenciar al final: “No sabe nada del tema, pero parece inteligente”. Miles de juristas húngaros asistieron a sus clases, y los que lograron comprender su extraña manera de pensar jamás pudieron librarse de su influencia.


Confesiones de un burgués, Salamandra, pág 120 

viernes, 5 de septiembre de 2014

EL MAR, EL MAR, IRIS MURDOCH (I)

Recibió una educación mejor que la mía, y ahí es donde empiezan a rechinarme los dientes. Yo fui a la escuela secundaria local (una buena escuela, aburrida, que ya no existe), mientras que James fue a Winchester. (Quizá eso fue una bendición relativa, pues, en cierto sentido, jamás se recuperó. Dicen que rara vez sucede.) Mi educación fue razonablemente sólida, y, sobre todo, descubría a Shakespeare. Pero James, me parecía entonces, estaba aprendiendo de todo. Sabía latín y griego, además de varias lenguas modernas; yo solo conocía un poco el francés, y menos el latín.
El mar, el mar, Lumen, pág 105

viernes, 22 de agosto de 2014

JUAN DE MAIRENA, ANTONIO MACHADO (II)

“Esta posición no la hemos descubierto nosotros, sino los antiguos griegos, porque,
como alguien ha dicho con supremo acierto, Dios hizo a los antiguos griegos para que
podamos comer los profesores del porvenir”

Juan de Mairena, Cátedra Letras Hispánicas, pág 315

viernes, 8 de agosto de 2014

AMERICANAH, CHIMAMANDA NGOZI ADICHE (I)

La universidad en Estados Unidos era fácil, los trabajos se enviaban por correo electrónico, las aulas tenían aire acondicionado, los profesores ponían de buena gana exámenes de repesca. Pero se sentía incómoda con lo que los profesores llamaban “participación”, y no entendía por qué eso debía incluirse en la nota final; solo servía para inducir a los alumnos a hablar y hablar, perdiendo tiempo de clase con obviedades, vacuidades, a veces sinsentidos. A los estadounidenses debían de enseñarlos, desde primaria, a decir algo en clase, lo que fuese. Así que ella permanecía en el aula, rodeada de estudiantes instalados relajadamente en sus sillas, todos rebosantes de saber, no sobre la materia, sino sobre cómo estar en clase. Nunca decían; “No lo sé”. En vez de eso, decían: “No estoy seguro”, lo cual no aportaba información pero dejaba en el aire la posibilidad de conocimiento.
Americanah, Random House, pág 177 

viernes, 25 de julio de 2014

VIDA, KEITH RICHARDS (II)

Odiaba la escuela primaria. Odiaba cualquier escuela. Según contaba Doris, lo pasaba tan mal que en más de una ocasión me llevó a cuestas hasta casa porque no podía no podía ni caminar de lo mucho que temblaba y eso era antes de que empezaran los golpes y las brulas de los matones. La comida era espantosa. Recuerdo que nos obligaban a comer una poruqería llamada 'tarta gitana'. Yo me negaba en rotundo porque me repugnaba; era un pastel con un engrudo chamuscado dentro, mermelada, caramelo o algo así. Todos los escolares de entonces conocían esa exquisitez y a algunos incluso les gustaba. Pero aquello no era mi postre ideal, así que intentaban obligarme a comerlo amenazándome con un castigo o una multa. Era todo muy dickensiano. Con mi infantil caligrafía debía escribir debía escribir tescientas veces 'comeré lo que me pongan'. Después de un tiempo ya dominaba la técnica: 'Comeré, comeré, comeré, comeré, comeré, comeré, comeré... lo, lo, lo, lo, lo, lo, lo...
Vida, memorias Keith Richards, Globalrhythm, pág 33

viernes, 11 de julio de 2014

STONER, JOHN WILLIAMS (II)

A pesar de que sólo iba a enseñar fundamentos de gramática y composición a un grupo poco selecto de alumnos, aguardaba la tarea con entusiasmo, apreciando profundamente lo que representaba. Programó el curso la semana antes del comienzo del semestre de otoño, valorando las posibilidades que había mientras luchaba con los materiales y temas de esta empresa pero sentía la lógica de la gramática y pensaba que percibía cómo le salía de adentro, calando el lenguaje y respaldando el pensamiento humano. En los simples ejercicios de composición que preparó para sus alumnos advertía las potencialidades de la prosa y sus bellezas y ansiaba animar a sus alumnos en la medida de su entusiasmo
Stoner, Baile del Sol, pág 29

viernes, 27 de junio de 2014

VOLVERÁS A REGIÓN, JUAN BENET (I)

Aun cuando la educación había caído en desuso en Región, desde la segunda década del siglo, aún seguían abiertas dos escuelas públicas y un instituto de enseñanza media; el patio, ciertamente, se había convertido en una cochera, los porteros habían ido, poco a poco, transformando casi todas las dependencias en corrales pero aún se daba clase y en casi todos los agujereados encerados de las aulas seguían dibujados con tiza, más indeleble que el pirograbado, hipérbolas y elipses, frases de francés y fórmulas de química del tiempo de la monarquía.

Volverás a Región, Destino, pág 24

viernes, 13 de junio de 2014

SCHOOLSVILLE, BILLY COLLINS

Glancing over my shoulder at the past,
I realize the number of students I have taught
is enough to populate a small town.
I can see it nestled in a paper landscape,
chalk dust flurrying down in winter,
nights dark as a blackboard.
The population ages but never graduates.
On hot afternoons they sweat the final in the park
and when it's cold they shiver around stoves
reading disorganized essays out loud.
A bell rings on the hour and everybody zigzags
into the streets with their books.
I forgot all their last names first and their
first names last in alphabetical order.
But the boy who always had his hand up
is an alderman and owns the haberdashery.
The girl who signed her papers in lipstick
leans against the drugstore, smoking,
brushing her hair like a machine.
Their grades are sewn into their clothes
like references to Hawthorne.
The A's stroll along with other A's.
The D's honk whenever they pass another D.
All the creative-writing students recline
on the courthouse lawn and play the lute.
Wherever they go, they form a big circle.
Needless to say, I am the mayor.
I live in the white colonial at Maple and Main.
I rarely leave the house. The car deflates
in the driveway. Vines twirl around the porch swing.
Once in a while a student knocks on the door
with a term paper fifteen years late
or a question about Yeats or double-spacing.
And sometimes one will appear in a windowpane
to watch me lecturing the wallpaper,
quizzing the chandelier, reprimanding the air
.


Navegando a solas por la habitación, DVD EDICIONES poesía, pág 46

viernes, 30 de mayo de 2014

DIARIOS (1914-1923), FRANZ KAFKA

Hace poco, cuando salía del ascensor a la hora habitual, se me ocurrió que mi vida, con sus días que cada vez se vuelven más uniformes en los menores detalles, se parece a los castigos escolares en las que el alumno tiene que escribir diez, cien o más veces, según la gravedad de la culpa, una frase carente de sentido- al menos al repetirla-; pero en mi caso se trata de un castigo en el que la orden es: ”tantas veces como seas capaz de resistir”


Diarios (1914-1923), Editorial Lumen, pág 14 

viernes, 16 de mayo de 2014

EL OFICIO DE VIVIR, CESARE PAVESE (II)


Se enseña lo que indefectiblemente es. (Las técnicas, en efecto, son.) Por lo demás, para enseñar una cosa, es preciso creer en su valor absoluto- que exista incluso sin nosotros; que ‘sea’ objetivamente

El oficio de vivir, Narradores de Hoy, Bruguera Alfaguara, pág 253

viernes, 2 de mayo de 2014

BRINDIS, GERARDO DIEGO


A mis amigos de Santander que festejaron
mi nombramiento profesional.

Debiera hora deciros: —«Amigos,
muchas gracias», y sentarme, pero sin ripios.
Permitidme que os lo diga en tono lírico,
en verso, sí, pero libre y de capricho.
Amigos:
dentro de unos días me veré rodeado de chicos,
de chicos torpes y listos,
y dóciles y ariscos,
a muchas leguas de este Santander mío,
en un pueblo antiguo,
tranquilo
y frío,
y les hablaré de versos y de hemistiquios,
y del Dante, y de Shakespeare, y de Moratín (hijo),
y de pluscuamperfectos y de participios,
y el uno bostezará y el otro me hará un guiño.
Y otro, seguramente el más listo,
me pondrá un alias definitivo.
Y así pasarán cursos monótonos y prolijos
.

Pero un día tendré un discípulo,
un verdadero discípulo,
y moldearé su alma de niño
y le haré hacerse nuevo y distinto,
distinto de mí y de todos: él mismo.
Y me guardará respeto y cariño.
Y ahora os digo:
amigos,
brindemos por ese niño,
por ese predilecto discípulo,
porque mis dedos rígidos
acierten a moldear su espíritu,
y mi llama lírica prenda en su corazón virgíneo,
y porque siga su camino
intacto y limpio,
y porque este mi discípulo,
que inmortalice mi nombre y mi apellido,
... sea el hijo,
el hijo
de uno de vosotros, amigos.


Antología de sus versos 1918-1983, Colección Austral Espasa Calpe, pág 134

viernes, 18 de abril de 2014

1984, GEORGE ORWELL

Wiston se quedó pensando un momento, luego acercó el hablaescribe y empezó a dictar con el estilo habitual del Hermano Mayor: un estilo al mismo tiempo marcial y pedante, y fácil de imitar por el recurso de hacer preguntas y responderlas enseguida (“¿Qué lección sacamos de esto, camaradas? La lección- que es también uno de los principios fundamentales del Socing- es que … etc,etc.
1984, Debolsillo, pág 55

viernes, 4 de abril de 2014

LECCIONES DE LOS MAESTROS, GEORGE STEINER

La mala enseñanza es, casi literalmente, asesina y, metafóricamente, un pecado.



, Lecciones de los maestros, Biblioteca de Ensayo Siruela, pág 26

viernes, 21 de marzo de 2014

LAS NINFAS, FRANCISCO UMBRAL

Paseamos los jardines universitarios, tranquilos, soleados, huyendo de las calles llenas de droguerías y afiladores, y gozamos de aquellos ámbitos de cultura donde todo parecía como más ordenado e inteligente. Entramos en la vieja Universidad, donde yo experimenté una vez más , como cada vez que entraba, el vacío abrumador de no ser hijo de aquella casa, de no ser universitario, beato todavía de estas cosas y fervoroso de aquel mundo que imaginaba como un culto minué de catedráticos y estudiantes, donde el saber pasaba de unos a otros delicadamente, como ese pañuelo que se pasaban los antiguos en los bailes versallescos. Más tarde descubriría que aquello no era sino un caserón burocrático donde se faenaba con la cultura como Jesusita faenaba con sus pellejos de vino en la vinatería.


Las ninfas, biblioteca El Mundo, pág 107

viernes, 7 de marzo de 2014

AUTOBIOGRAFÍA, G.K. CHESTERTON (I)

...de todo lo que me enseñaron sin que lo aprendiera y de todo lo que aprendí sin que nadie me lo enseñara.
 Autobiografía, Acantilado pág 116

viernes, 21 de febrero de 2014

FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO, MARY W. SHELLEY

Juventud más feliz que la mía no puede haber existido. Mis padres eran indulgentes y mis compañeros amables. Para nosotros los estudios nunca fueron una imposición; siempre teníamos una meta a la vista que nos espoleaba a proseguirlos. Ésta era el método, y no la emulación, que nos inducía a aplicarnos. Con el fin de que sus compañeras no la dejaran atrás, a Elizabeth no se la orientaba hacia el dibujo. Sin embargo, se dedicaba a él motivada por el deseo de agradar a su tía, representando alguna escena favorita dibujada por ella misma. Aprendimos inglés y latín para poder leer lo que en esas lenguas se había escrito. Tan lejos estaba el estudio de resultarnos odioso a consecuencia de los castigos, que disfrutábamos con él, y nuestros entretenimiento constituían lo que para otros niños hubieran sido pesadas tareas. Quizá no leímos tantos libros ni aprendimos lenguas tan rápidamente como aquellos a quienes se les educa conforme a los métodos habituales, pero lo que aprendimos se nos fijó en la memoria con mayor profundidad.

Frankenstein o El moderno Prometeo, Cátedra Letras Universles, pág 147

viernes, 7 de febrero de 2014

TÉCNICAS DE ILUMINACIÓN, ELOY TIZÓN.

Klenz. Profesor Klenz. Así era como se llamaba aquel sabio. Vestía chaquetas entalladas con los hombros muy picudos, prominentes, cuyas lomas le daban un aspecto de montaña rusa. Klenz tenía una cama plegable en su despacho en la que a veces dormía, por las mañanas entraba bostezando en el aula sonámbulo y despeinado, cara de ido, toda la ropa arrugada, con un termo de café en la cartera, y en seguida se ponía a explicar geometría descriptiva, a repartir fotocopias entre los alumnos y a mover con lentitud sus pinzas de molusco.
Técnicas de iluminación, Páginas de Espuma, pág 148

viernes, 24 de enero de 2014

LA TENTACIÓN DEL FRACASO, JULIO RAMÓN RIBEYRO

La verdad es que no me extraña la reacción de la familia inglesa, pues Julito ha sido mal educado. Ni Alida ni yo hemos podido corregir su desorden, irresponsabilidad, prodigalidad, vehemencia, tec. Alida, porque su trabajo le impide ocuparse de él, estar en casa a las horas en que él come, juega o se acuesta. Yo, por liberalismo o falta de carácter. Aparte de ello, Julito es hechura de la escuela comunal francesa. Esta pudo haber sido, hace diez o veite años, una escuela aceptable, desde el punto de vista modales, lenguaje, educación, aparte de intrucción propiamente dicha. Pero ya no lo es. La mayor parte de los alumnos que la frecuentan son hijos de pequeños comerciantes, obreros y sobre todo trabajadores inmigrantes: árabes, españoles, portugueses, etc. Lo que puede aprender en un hogar como el nuestro esneutralizado y contrarrestado por el medio escolar, de sus amigos y el barrio. Carece de maneras, su comportamiento es tosco, su lenguaje populachero. Para eso ya no hay remedio, al menos por ahora. Ya Alida piensa en el remedio tradicional: un buen internado, donde lo tengan al breque y le impongan disciplina y modales, férreamente. Un internado inglés, por ejemplo. Pero, ¿quién puede garantizar cómo son actualmente esos internados? A lo mejor ha ocurrido lo mismo que en las escuelas comunales francesas. En fin, problema mortificante, que se añade a otros problemas.
La tentaciónd el fracaso, Seix Barral Biblioteca Breve, pág 623  

viernes, 10 de enero de 2014

ENSAYOS (LOS BIGOTES BLANCOS), NATALIA GINZBURG

La única persona que parecía darse cuenta de mi existencia en la escuela era el profesor. Alto, viejo, un poco encorvado, de cara sonrosada, con una barba de chivo. Le cogí cariño desde el primer día, porque me sonrió cuando fui a buscar una pluma que se me había caído cerca de su silla. Mi amor por él estaba impregnado de miedo. A veces montaba en cólera, gritaba porque había ruido en la clase, golpeaba la mesa con los puños, temblaba el tintero. Sin embargo, me daba la impresión de que ese miedo no provenía de su ira sino de algo distinto, no sabía de qué. Él era el amo de aquellos lugares, suya era la pizarra, suya la tiza, suyo el mapa físico de Italia que tenía a su espalda; aquellos objetos infectaban su persona y su persona los infectaba; el terro se esparcía desde su pañuelo de suave algodón, desde su barba de chivo.
Ensayos (Los bigotes blancos), Lumen, pág 175