La
parte inventada, Literatura Random House, pág 47
Decía Juan de Mairena en sus momentos de mal humor: «Un pedagogo hubo: se llamaba Herodes».
viernes, 30 de agosto de 2019
LA PARTE INVENTADA, RODRIGO FRESÁN
Una
memoria todavía a salvo de los olvidos que llegarán con el colegio;
donde y cuando su capacidad hasta ahora infinita para el recuerdo
será constantemente puesta a prueba con nombres de próceres con
uniforme tanto más aburridos que los de los superhéroes, con tablas
matemáticas, con fechas de batallas y ecuaciones inútiles que de
nada le serán útiles pero que, tal vez, su secreta función sea la
de sepultar una avalancha de información pública y externa
materias primordiales y asignaturas tanto más decisivas
viernes, 16 de agosto de 2019
BOY (RELATOS DE LA INFANCIA), ROALD DAHL
Había
en Repton unos 30 maestros o más, y la mayoría eran
extraordinariamente tediosos y totalmente incoloros y no tenían el
menor interés por los alumnos. Pero Corkers, un solterón
excéntrico, no era ni tedioso ni desaborido. Corkers era un
seductor, un hombrón desmañado de mejillas colgantes como las de un
sabueso y vestimenta sucia, desaliñada. Llevaba pantalones de
franela sin planchar y chaqueta parda de mezclilla llena de remiendos
y con migas en las solapas. Estaba allí para enseñarnos
matemáticas, pero en realidad no nos enseñaba nada y tal era
deliberadamente su método. Sus lecciones consistían en una serie
interminable de pasatiempos inventados por él, de tal modo que no
hubiera nunca ocasión de mencionar las matemáticas. Entraba con su
andar pesado en el aula, se sentaba detrás de su escritorio y miraba
desafiante a la clase. Nosotros aguardábamos con expectación,
preguntándonos intrigados por dónde iría a salir.
—Vamos
a echar un vistazo al crucigrama del Times de hoy —decía,
sacándose del bolsillo de la chaqueta un periódico todo arrugado—.
Será mucho más divertido que andar enredando con los números.
Detesto los números. Los números son probablemente lo más funesto
que hay en el mundo.
—¿Entonces
por qué enseña usted matemáticas, señor? —le preguntaba alguno
de nosotros.
—Es
que no las enseño —respondía él, sonriendo taimadamente—.
«Simulo» enseñarlas, nada más.
viernes, 2 de agosto de 2019
EL PACIENTE, JUAN GÓMEZ-JURADO
Rachel
y yo habíamos buscado la mejor escuela para Julia desde el mismo
momento en que supimos que estaba embarazada. Habíamos optado por
una que primase el arte y la alegría por encima de la
competitividad. Por cada plaza en ese colegio había doce
solicitudes. Habíamos hecho colas interminables y pedido un favor
tras otro a todos nuestros conocidos hasta que conseguimos que la
admitiesen
El
paciente, booket, pág 43
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