Todos
eran muy hábiles en el arte de explicar, desarrollar y diseccionar,
e intentaron conseguir que me quedase por esos medios. Consiguieron
desesperarme, y al final ya no podía soportar sus caras sonrientes y
esperanzadas de profesores. Déjenme que les diga que los profesores
son unos impostores de tomo y lomo y de la peor especie, pues
pretenden una vida imposible, una eterna y ociosa juventud
existencial. Eso les crea terribles decepciones y les lleva a
alejarse de la verdad. Y la literatura, por su carácter duradero, es
el billete para esos viajes.
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