sábado, 9 de marzo de 2013

EL OFICIO DE VIVIR, CESARE PAVESE (I)


Una clase se le desmanda a un profesor por pasos imperceptibles, que el profesor tolera por señorío, sabiendo que lo que debe inspirar silencio es su presencia y no sus llamadas al orden. Pero poco a poco el alboroto se generaliza y el profesor debe intervenir y llamarle la atención a alguien. La clase comprende que el profesor no es invulnerable, que alguien ha hablado, y que cualquiera puede ser ese alguien. Se suceden otras reconvenciones que ‘habitúan’ a la reconvención. Y como no se puede castigar a todos, se forma un estado de alboroto tolerado que disculpa a cada alumno en particular. El profesor reprende entonces con más y por tanto- da igual- los rumores se hacen más malignos, ‘intencionales’, dado que el profesor es reacio por señorío a encontrar sanciones horribles o no consigue encontrarlas. El alboroto se convierte, pues, en un estado endémico, de distracción, de desahogo, de guerra, ahora que se conocen los límites de las reacciones del profesor. Su simple presencia no basta ya para obligar a callar, se necesita la reconvención y la reconvención ha dejado al descubierto su precariedad
 Narradores de Hoy, Bruguera Alfaguara, pág 187

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