Cuando
entré en sexto en el pequeño liceo Condorcet, nuestro viejo
profesor de latín-francés, que era también alcalde de su pueblo en
Bretaña, nos preguntaba cada vez que leíamos un texto de nuestra
antología: ”¿Cómo entiende usted ese pasaje?¿Qué ha querido
decirnos el autor?¿Qué excelencias tiene el verso o la prosa?¿Dónde
reside la originalidad de la visión del autor?¿Qué lección
podemos sacar de todo esto?”
El
demonio de la teoría. Literatura y sentido común, Acantilado, pág 16
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