Ese desprestigio se inició desde dentro, desde la
propia concepción del sistema educativo de nuestros tiempos. Si los
correspondientes Ministerios de Educación, si las propias Universidades, si las
propias escuelas empiezan por considerar que las clases no son tan importantes,
que son ‘un aspecto más’ de la enseñanza y sin duda no el principal, entonces
es inevitable que el resto de la sociedad desvalorice igualmente esta tarea
fundamental y ya no mire a los enseñantes con el respeto y la admiración
debidos y de que antiguamente solían gozar
Mano de
sombra (A merced de los indeciblemente mediocres), Alfaguara, pág 97
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