En un mes volverían a empezar
los madrugones a las cuatro de la mañana. Los días en que se
preveía nieve, Otto y los directores de las escuelas elemental y
media se levantaban muy temprano para conocer los últimos detalles
del parte meteorológico. A las cinco y medía tenían que haber
decidido si era demasiado peligroso poner los autobuses escolares en
marcha. En general, los padres querían que sus hijos fueran a la
escuela, porque de lo contrario endrían que decidir qué hacían con
ellos. Antes de ocuparse de tan necesarias cuestiones muchos padres
preferían llamar a Otto Meyer hijo y transmitirle su impresión de
que era un maldito imbécil, un gandul y un cabrón inútil que
buscaba una excusa para tomarse el día libre, como si no le bastase
con todo el verano. Si Otto estaba en la ducha y contestaba su mujer,
se lo decían a ella. Los padres que se mostraban más airados e
insultantes los días de nevada no eran generalmente los que tenían
que preocuparse por faltar un día al trabajo para entretener a sus
hijos. Eran más bien los mismo que inscribían a sus chavales en el
programa de comida gratuita y los enviaban a la escuela mal vestidos,
pero en cambio podían permitirse tener contestador automático para
ahorrarse la molestia de hablar con directores y cobradores de
facturas
Empire
Falls, emecé lingua franca, pág 490
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