Lo que para Laura y sus colegas siempre había sido algo sólido pero intangible —la educación, la elevación de la mente del joven a un estrato superior de conocimiento y sapiencia— ahora se había redefinido como un producto, algo que se compraba con la perspectiva de que en un futuro daría un rédito económico.
El número 11, Anagrama, página 161
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