Dobrowsky le escuchaba con atención. Si hay maestros que no pueden entrar en clase sin que los alumnos empiecen a alborotar, también hay maridos a los que sus mujeres no tributan el menor respeto. Unos no sirven para la pedagogía y los otros no sirven para el erotismo. Se impone la palmeta.
Un encuentro peligroso, Seix Barral, página 102
No hay comentarios:
Publicar un comentario