Los folios de los programas siguen algo calientes tras salir de la fotocopiadora, y Abbott siempre siente, cuando los reparte, que les está dando a los alumnos algo nutritivo, algo preparado, algo horneado. Imagina el delantal y las manoplas de un profesor universitario. Abbott solo tiene pensado hablar unos diez minutos sobre la asignatura, pero lo acaba haciendo durante treinta y cinco. Tiene pensado mostrarse severo e intimidatorio, pero no lo hace
A propósito de Abbott,Libros del Asteroide, pág 273
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