viernes, 25 de noviembre de 2016

CANIJO, FERNANDO MANSILLA

Ya en las Tres Mil, Pedrito vendía sus posturas de hachís en el colegio público Padre Ocampo. Tenía muy buenos clientes entre sus compañeros de clase, y mejores todavía entre los alumnos de clases superiores. En el recreo se retiraba a un rincón de su agrado para dedicarse tanto a vender como a fumar lo que los chavales de entonces llamaban un Bob Marley, porros de dos papeles doblemente cargados de grifa. ¿Y en clase? En clase se comportaba, se sentaba en la última fila y permanecía tranquilo, sin alborotar. Y sin libros, sin material escolar de ningún tipo, ¿para qué?, no le hacía falta. Mientras la señorita explica la lección Pedrito deja vagar el pensamiento, o se duerme, aunque no le gusta dormirse en clase. Le da la sensación de que dormido quedará a merced de los buitres que a su alrededor, sentados en los pupitres, acechan la ocasión de quitarle la grifa o los dineros que guarda en los bolsillos de sus pantalones



Canijo, El Rancho Editorial, pág 70

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