viernes, 19 de septiembre de 2014

CONFESIONES DE UN BURGUÉS, SÁNDOR MÁRAI (II)

Era un profesor algo especial, pues no se interesaba mucho por el grado de aplicación de sus discípulos, odiaba a los empollones y en los exámenes prefería aprobar a un estudiante inteligente, aunque no supiera responder a sus preguntas, que a uno que se supiera todo de memoria pero en el fondo no entendiera nada… Se sentaba en su cátedra, enorme y corpulento se recostaba sobre si escritorio inclinándose hacia un lado, cómodo e imperturbable, e interrogaba a veces durante horas enteras al jurista en ciernes que se examinaba- entre apuros y sudores-, para sentenciar al final: “No sabe nada del tema, pero parece inteligente”. Miles de juristas húngaros asistieron a sus clases, y los que lograron comprender su extraña manera de pensar jamás pudieron librarse de su influencia.


Confesiones de un burgués, Salamandra, pág 120 

viernes, 5 de septiembre de 2014

EL MAR, EL MAR, IRIS MURDOCH (I)

Recibió una educación mejor que la mía, y ahí es donde empiezan a rechinarme los dientes. Yo fui a la escuela secundaria local (una buena escuela, aburrida, que ya no existe), mientras que James fue a Winchester. (Quizá eso fue una bendición relativa, pues, en cierto sentido, jamás se recuperó. Dicen que rara vez sucede.) Mi educación fue razonablemente sólida, y, sobre todo, descubría a Shakespeare. Pero James, me parecía entonces, estaba aprendiendo de todo. Sabía latín y griego, además de varias lenguas modernas; yo solo conocía un poco el francés, y menos el latín.
El mar, el mar, Lumen, pág 105