viernes, 19 de septiembre de 2014

CONFESIONES DE UN BURGUÉS, SÁNDOR MÁRAI (II)

Era un profesor algo especial, pues no se interesaba mucho por el grado de aplicación de sus discípulos, odiaba a los empollones y en los exámenes prefería aprobar a un estudiante inteligente, aunque no supiera responder a sus preguntas, que a uno que se supiera todo de memoria pero en el fondo no entendiera nada… Se sentaba en su cátedra, enorme y corpulento se recostaba sobre si escritorio inclinándose hacia un lado, cómodo e imperturbable, e interrogaba a veces durante horas enteras al jurista en ciernes que se examinaba- entre apuros y sudores-, para sentenciar al final: “No sabe nada del tema, pero parece inteligente”. Miles de juristas húngaros asistieron a sus clases, y los que lograron comprender su extraña manera de pensar jamás pudieron librarse de su influencia.


Confesiones de un burgués, Salamandra, pág 120 

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