En la votación que hicieron
en clase ella había puesto que la gente era buena y que la vida era divertida,
y al instante recibió una mirada piadosa de la Sra. Dees mientras enumeraba sus
puntos de vista: “Para hacer el bien, solo tienes que decidir hacer el bien”;
“Tienes que defender lo que es correcto”. Tras esto último, la Sra. Dees había
emitido una especie de gemido, algo comprensible; la Sra. Dees tenía mucho
dolor acumulado, pero también era capaz, aún, de encontrar la diversión que
tiene la vida y de reconocer la bondad en las personas, porque, si no, ¿por qué
quedarse a veces corrigiendo hasta tan tarde y llegar al día siguiente agotada,
con la blusa del revés, tras colocártela mal en la penumbra del amanecer,
querida alumna trastornada?
Diez de diciembre , Editorial Alfabia, pág 18
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