El profesor era un hombre de
mediana edad, de cincuenta y pocos, se llamaba Archer Soane y acudía a su tarea
de enseñar con aparente desdén y apatía, como si percibiera que entre su
conocimiento y lo que podía decir hubiera un abismo tan profundo que no merecía
la pena hacer ningún esfuerzo para cruzarlo. Era temido y aborrecido por la
mayoría de sus alumnos y él respondía con una sonrisa distante e irónica. Era
un hombre de estatura media, de rostro largo, con arrugas profundas,
pulcramente afeitado, repetía el gesto impaciente de pasarse los dedos por su
mata de pelo gris rizado. Su voz era plana y seca y salía a través de unos
labios apenas móviles, sin expresión ni entonación, pero sus largos dedos
delgados se movían con gracia y persuasión, como si le diera a las palabras la
forma que su voz no podía
Stoner, Baile del Sol, pág 15
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