Como
tantos niños solitarios, su problema no era la soledad en sí, sino
el hecho de que nunca lo dejaban a solas para disfrutarla. Siempre
había adultos bienintencionados que intentaban alegrarlo o
aconsejarle; que lo sobornaban, lo intentaban engatusar o lo
intimidaban para que se mostrara amistoso, para que hablara un poco o
tomara un poco el aire. Los profesores siempre estaban pinchándolo e
intentando ganárselo con sus datos y sus principios, cuando lo único
que él necesitaba era que le dieran un montón de libros de texto y
lo dejaran solo. Y lo peor de todo eran los demás niños, que por lo
visto no podían jugar sin incluirlo a él en el caso de los juegos
crueles y lo excluían de forma ostentosa cuando se trataba de juegos
inocentes
Las
asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, Literatura Mondadori, pág 489
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