El Álgebra, la Biología y el
Inglés no eran tanto asignaturas como oportunidades para disciplinar
mejor el cuerpo, para practicar la escritura entre líneas, para
copiar las instrucciones de forma legible, para memorizar los
teoremas extraídos del mundo que habían sido creados para
representar. Todo ello me resultaba remoto. Recuerdo estar sentado en
mi clase de Francés de séptimo y no tener ni idea de por qué
estaba allí. No conocía a nadie de Francia, y a mi alrededor nada
me sugería que fuera a conocer a nadie nunca. Francia era una roca
que giraba en otra galaxia, alrededor de otro sol, en otro cielo que
yo no cruzaría nunca. ¿Por qué exactamente estaba yo sentado en
aquella clase?
Entre el mundo y yo, Seix Barral, pág 42
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