Fue
la hora con más minutos de toda mi vida. Las paredes se acercaban a
mí y se separaban con la cadencia de un músculo cardíaco gigante y
de color verde. Por fin acabó la clase, y yo cerré la libreta con
una copia de todas las divisiones resueltas en la pizarra por la
profesora y otras tantas propuestas como deberes para el día
siguiente. Eran incomprensibles, inabarcable, incluso para una alumna
aplicada como yo. En silencio, sudando e invadida por un sollozo que
trataba de ahogar, guardé el cuaderno de matemáticas en mi cartera
sin apenas atreverme a mirar a mi alrededor. De haber podido me
habría metido también yo en el fondo de esa cartera de cuero,
dentro del estuche, entre los colores para que nadie me encontrara
¡Gracias! Te lo dije por facebook pero no por aquí. Un saludo agradecido
ResponderEliminarPues otro saludo también agradecido de vuelta para ti, Paz
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