En general, la señora Convoy parecía una profesora infeliz. En su presencia uno tenía la impresión de estar a punto de embarcarse en una aburrida disertación sobre algún asunto edificante que ella se encargaría de impartir de la manera más punitiva posible. La impresión procedía, en parte, de su jersey de cuello alto, de color carne, severamente metido por debajo de los pantalones y muy ceñido en los pechos separados; en parte del pelo canoso, muy corto, y en parte del vello facial, muy claro, que en el cuello y en las mejillas se le ponía de punta, como si quisiera atraer un globo
Levantarse otra vez a una hora decente, Alianza editorial, página 32
No hay comentarios:
Publicar un comentario