Recuerdo que hablamos mucho de la enseñanza en institutos. Por entonces yo daba clases de bachillerato en el IES de El Puerto de Sagunto, y a Labordeta se le iba a terminar al año siguiente el permiso de excedencia del que disfrutaba. No sabía qué hacer, si reincorporarse a la enseñanza o probar suerte en otros asuntos. Me pidió consejo, y le dije que no se le ocurriera regresar a las aulas
Llevaba más de diez años de excedencia, y los alumnos que él
había conocido no se parecían a los alumnos del momento. Con sesenta y un años,
lo más normal sería que lo desquiciaran y se lo comiesen con ternasco aragonés.
No es país para viejos la enseñanza y a los sesenta y uno ya se es viejo para
andar domando criaturas salvajes
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