El último día de décimo curso, su madre llegó a casa del trabajo y anunció que las gemelas no volverían al instituto en otoño. Ya habían estudiado suficiente, dijo, acomodándose con cuidado en el sofá para descansar los pies, y necesitaba que ellas dos se pusieran a trabajar. Las gemelas, a sus dieciséis años, quedaron atónitas, aunque tal vez Stella debería haberse fijado en que las facturas llegaban con mayor frecuencia, o Desiree debería haberse preguntado por qué, solo en el último mes, su madre la había enviado dos veces a Fontenot para pedir más crédito.
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