viernes, 3 de octubre de 2014

DESPEÑAPERROS, JOSÉ MARÍA VAZ DE SOTO (I)

Incluso el que la esposa trabajara fuera de casa, en vez de limitarse a las tareas del hogar, suponía para ellos más una necesidad provisional que el resultado de una convicción o la insoslayable consecuencia de un principio igualitario, como lo prueba el hecho de que, a los pocos meses de haber obtenido Javier su cátedra en el instituto de Vitoria, Blanca no dudara en pedir la excedencia y no voliviera a incorporarse a la enseñanza hasta ocho o diez años más tarde, cuando –ya en Sevilla- nacieron sus dos hijos y el sueldo de catedrático (que no había ido aumentando, a lo largo de los años setenta, al ritmo del coste de vida, en tanto que el de los maestros se había adelantado tal vez a ese ritmo) empezó a resultarles insuficiente.


Despeñaperros, Colección Austral, pág 197

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