En ocasiones había aceptado
alumnos a los que daba clases al modo peripatético, haciendo que la
fuesen siguiendo de un lado a otro por la cocina con el libro o la
pizarra. Consideraba instructivo que sus discípulos pudieran ver
cómo era capaz de lograr una excelente espuma mientras corregía sus
equivocaciones ‘sin mirar’; cómo una mujer remangada hasta por
encima del codo podía saberlo todo sobre el modo subjuntivo o la
zona tórrida; cómo, en pocas palabras, podía tener ‘educación’
y otras buenas cosas que terminaban en ‘ción’ y dignas de ser
pronunciadas con énfasis, sin ser una muñeca
inservible
Middlmarch, Debolsillo, pág 334
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