viernes, 29 de abril de 2016

EL SENTIDO DE UN FINAL, JULIAN BARNES

Cuando yo iba al colegio nos habían dicho que siempre que lleváramos el uniforme teníamos que comportarnos de tal modo que causara una buena impresión del centro. Así que nada de comer o beber en la calle; y que le darían una zurra al que pillaran fumando. Tampoco se permitía confraternizar con el sexo opuesto: el colegio de chicas vinculado con el nuestro y situado en las cercanías dejaba salir a las alumnas quince minutos antes de liberar a los chicos, y a ellas les daba tiempo de ponerse bien a salvo de sus homólogos varoniles, predatorios y priápicos.


El sentido de un final, Anagrama, pág 166

2 comentarios:

  1. Me ha recordado la lectura de "El reloj de Hitler" de Miquel Dalmau. Se lo hubiera asignado.

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  2. Pues tomo nota de ese libro yo también, Aránzazu

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